Lo trivial se embute de emoción,
almibar para la nada.
Lo que debería conmovernos
se entierra en vergüenza.
Estoy fuera del ruido,
lo que queda de mí se aleja,
va a descansar entre raíces
y renuncias, se encoge
hasta perder la forma.
He llegado a este pueblo fantasma,
desposeído, sin nadie
dentro, sarcófago de mí mismo.
Entré en la primera ruina,
encendí el hogar con el ceño,
pedí permiso al polvo
para soñar la tumba abierta.
Estoy hecho de esquirlas.
Entro en la casa de nadie
para desordenar el sueño.